jueves, 6 de marzo de 2014

Humildad

No creerías lo mucho que puedes aprender si olvidas esa estúpida costumbre de prejuzgar a las personas por su apariencia.

Esta mañana se subió al autobus un indigente sucio, despeinado, maloliente, llevando apenas una mochila rota y un palo a modo de bastón. Empezó a pedir limosna sin que nadie le diera nada y terminó sentándose junto a mi, con la cara entre las manos gimoteando "Todo se acaba, todo se acaba".

Recordé que traía unas galletas que no me había comido, saqué la bolsita, se las ofrecí y le dije "La esperanza es lo único que nunca se acaba". Me miró sorprendido y me devolvió las galletas diciendo que ya había comido, entonces empezó a hablar de su vida.

El sujeto fue en su juventud mozo de un rancho y era el encargado de cuidar a los gallos de pelea "Yo se todo sobre los gallos" repetía una y otra vez. "Los patas verdes son los mejores, cuando vayas a un palenque apuéstale a los que tengan patas verdes".

De pronto me preguntó "¿De verdad me estás escuchando o solo me estás dando el avión". Le respondí que lo estaba escuchando y que quedaban pocas personas en el mundo que supieran tanto sobre gallos, que si escribía todo lo que sabe podría venderlo y ganar algo de dinero.

Entonces me habló más sobre los gallos, de como los había cuidado desde que eran pollitos, como había matado ratas para evitar que se los comieran y de lo orgulloso que se sentía que sus gallos estuvieran por todo el mundo ganando peleas.

Al final me dió las gracias y me deseó suerte antes de bajarse del autobus.

Son pocas las supersticiones que tengo, y una de ellas es que si alguien que ha sido maltratado por el destino te desea suerte, tendrás suerte.

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