El estupor Mexicano
En alguna ocasión, Cristopher Tolkien escribió acerca del dilema que tenía su padre al estar escribiendo el Silmarion. El principal problema radicaba en el propia grandeza de El Señor de los Anillos.
El éxito de esta obra, según su propio creador, era la sensación de profundidad. Al leer este libro uno se encuentra en un mundo ya viejo, por el que han transcurrido ya muchas aventuras y del que lo hechos que se sucedían durante la novela eran producto de muchas otras cosas sucedidas con anterioridad. Yo mismo me faciné al mirar por primera vez el mapa de Tierra Media y ver que el viaje de los hobbits apenas abarcaba una pequeña parte de todo el mundo conocido dentro de la historia. Me preguntaba yo cuantas historias habría en esos lugares remotos, cual sería la realidad de esas historias que se contaban a medias cuando los personajes hablaban entre sí. En resumen, esa oscuridad en la historia me hacía querer adentrarme más, imaginar, soñar y desear estar allí para explorar ese mundo tan basto.
Ese era el dilema de Tolkien. El pensaba que al escribir todas esas historias complementarias alrededor de Tierra Media El Señor de los Anillos perdería su atractivo, el decía que, si iba a escribir aquellas historias, estas mismas debían tener una profundidad aun mayor para que así siempre hubiese misterios por develar, historias por contar, mundo por descubrir. Murió sin terminar esta obra y fue su hijo, Cristopher, quien finalmente terminó y publicó estas historias.
J.R. Tolkien era una persona ingeniosa, y en su mundo de fantasía dió con la clave de un problema que afecta a nuestro mundo, específicamente a México.
Hace ya mucho tiempo que el mundo fue explorado y poblado casi en su totalidad, las pocas regiones no vistas por el ser humano son aquellas que sin el apoyo de la tecnología son inaccesibles y la ciencia a revelado tantos secretos que muchos han llegado a considerar que el conocimiento ha sido completado.
Alguna vez hubo grandes aventureros que viajaban por el mundo con el afán de conocer, explorar, ver por si mismos lo que nunca nadie había visto. Sin embargo ahora esos espíritus indomables yacen dormidos dentro de una sociedad que busca su propia perfección.
En su momento, Frederickl Nietzche escribió sobre el futuro de la Alemania de finales del siglo XIX. El criticaba rudamente a las nacientes ideas demócratas que prometían un mundo de paz, igualdad, tranquilidad. Un mundo sin peligros y en el cual todos fuéramos felices.
Hoy vivimos en ese mundo que los soñadores de aquellos tiempos prometieron, y si bien no todo fueuna realidad, la advertencia que hizo Nietzche se ha materializado.
A su parecer, el ingenio humano, el valor y el deseo de seguir adelante proviene del peligro mismo. Cuando un organismo se enfrenta a un dilema, lucha por sobrevivir y seguir adelante, si se crea un mundo sin peligros, entonces la sociedad humana irá cayendo gradualmente en un estupor permanente, la vida se adormece y todo se detiene.
Estas palabras de Nietzche guardan su semejanza con las de Tolkien. A pesar de que ambos se refieren a mundos distintos, el problema es el mismo.
Durante mucho tiempo se ha mantenido la tendencia a guardar la paz y la tranquilidad en nuestra sociedad. Los misterios no son escasos, pero no entusiasman como antes, y muchos no se preocupan siquiera por saber si existen misterios. No hay lugar en donde se ponga el pie que no haya habido otros cien más antes que nosotros y el cielo ya no es el límite de nuestras aspiraciones, pero hay que tener el dinero suficiente para alcanzarlo.
Son diversos factores los que apoyan este estado de tranquilidad. Por un lado tenemos a la clase política, quien tiende a mantener los ánimos de la población apaciguados por medio de discursos, declaraciones que siempre repiten las mismas frases "todo esta bien", "seguimos avanzando", "solo es temporal", "a nosotros no nos afecta", etc. Algunos más crean complicadas distracciones para atraer la atención de las personas fuera de los problemas y así evitar preguntas incómodas, trabajo excesivo o esclarecimiento de alguna verdad que les afecte directa o indirectamente.
Así, los políticos van creando en la población un ambiente tanquilo, feliz, lo más parecido a lo que prometían sus antecesores.
Otro factor es la religión. Nacientes religiones, antigüas creencias que intentan sobrevivir, todas atraen a sus fieles prometiendo paz espiritual y un mundo perfecto tras la muerte. En su mayoría o bien, las más populares, ofrecen un ingrediente extra: "la verdad absoluta" contenida en algun libro sagrado o declamada por algún sacerdote, incluso revelada personalmente por alguna deidad durante contactos divinos. Su mensaje es el mismo: "No busques la verdad, pues la verdad está aquí". Las personas que son atraídas hacia estas organizaciones entonces tienen un problema más. Conforme se adentran a esta religión se van creando a sí mismos una cosmogonía completa sin secretos ni misterios, en donde ya no necesitan saber nada más que lo que se encuentra en un solo libro. Dejan de buscar respuestas y su curiosidad natural se adormece.
El siguiente factor que encuentro es la propia educación, la cual se encuentra mucho más atrasada que la ciencia actual. la consecuencia de esto es que, si bien aun existen muchos problemas y misterios, estos se encuentran tan alejados del intelecto de una persona con educación mexicana que resultan incomprensibles e incluso, muchas veces, las personas ni siquiera pueden ver al problema mismo. Esto hace que poco a poco los profesionales se alejen de los problemas que no pueden entender o resolver y se adentren cada vez más en este mundo de estupor que nosotros hemos heredado y que legaremos a nuestros hijos.
Todo esto crea el principal problema de México, que cuenta con una sociedad que no quiere salir adelante, que no desea saber más sobre el mundo y que desea sumirse cada vez más en su propios asuntos sin interesarse por lo que sucede a su alrededor. Esto es lo que nos mantiene sumidos en el tercer mundo.
Los espíritus aventureros no han muerto, simplemente están dormidos pues no existen aventuras que los apasionen. Los grandes genios se ocupan resolviendo sus propios y pequeños problemas mientras que la población en general se apasiona por un juego de futbol, el final de una telenovela o el próximo concurso de baile que decidirá quien recibirá la próxima cirugía de trasplante.
Si México quiere salir adelante, es necesario sacudirle todo ese polvo de encima, Comenzar a fijar metas, hablar de los problemas reales y crear el ambiente propicio para que la sociedad se reactive y trabaje por uno o varios objetivos comunes.
La clase política sería reverenciada si comienza a compartir sus verdaderos problemas con una sociedad que no se negaría a ayudar en solucionarlos, pues hacerlo supondrá un cambio de hábitos. Si una potencia mundial nos presiona, entre todos encontraremos solución. Si una facción política está creciendo, entre todos juzgaremos lo que es correcto. Si el país se ha vuelto indomable, nosotros somos el país, y si tu puedes enaltecer a nuestro pueblo y guiarlo fuera del tercer mundo, te seguiremos.
Aquella religión que reconozca que no lo sabe todo, pero que trabaja arduamente por encontrar la verdad se verá recompensada con la aceptación de la clase científica, si la ciencia y la fe se unen se crearía una religión sin precedentes que, en vez de crear estupor en la sociedad y ser un lastre para su desarrollo, caminaría con ella y la llevaría por los senderos correctos, alejándola de sus propios errores y llevándola a la verdad.
Los problemas los hay grandes y pequeños, la ciencia mexicana está muy por debajo de la que podamos encontrar en el resto del mundo. Debemos comenzar por resolver problemas sencillos, mejorar nuestras habilidades y prepararnos para enfrentar los grandes problemas. Confiemos en la juventud naciente y entreguémosles todo el conocimiento que poseamos para que ellos puedan llegar más lejos de lo que nosotros hemos llegado, dejemosles divertirse con el conocimiento y criticar nuestros errores, pues serán ellos quienes corrijan lo que nosotros hicimos mal.
Es momento de despertar a los aventureros, momento de llamar a los genios y de terminar lo que quedó inconcluso. Crear sueños y dar todo por alcanzarlos, organizarnos y llevar poco a poco a esta nación hacia el primer mundo.
Ha llegado el momento en que cada mexicano abrace su propio sueño, sin importar que tan irracional e imposible sea, que encuentre a otros que compartan el mismo sueño y que juntos luchen por alcanzarlo. Ha llegado el momento de despertar, de mirar el horizonte y preguntarse ¿Que hay allí?... quiero saberlo... voy a saberlo.
Este es el comienzo del camino hacia el primer mundo.
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